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BIO

 

¿PREFIERES UNA BIOGRAFÍA SENSATA O INSENSATA?


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BIOGRAFÍA SENSATA

Pedro Mañas (Madrid, 1981) es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad Autónoma de Madrid. Fue precisamente allí donde uno de sus relatos fue seleccionado para una selección de jóvenes autores. Desde entonces, le han sido concedidos diferentes galardones nacionales e internacionales en el ámbito de la narrativa infantil, entre los que destacan el premio Leer es Vivir de la editorial Everest y el premio Ciudad de Málaga de la editorial Anaya. Más recientemente resultó ganador de El Barco de Vapor de la editorial SM y del Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil, dos de los galardones más prestigiosos de literatura para niños en lengua castellana. Algunas de sus obras premiadas han sido traducidas al francés, al alemán, al portugués, coreano o al chino, entre otras lenguas.

También es autor de varios poemarios infantiles. Entre ellos, Poemas para leer antes de leer, con el que resultó ganador del Premio de Poesía Infantil El Príncipe Preguntón (convocado por la Diputación de Granada y la Editorial Hiperión) y Ciudad Laberinto, que le valió el II Premio de Poesía Infantil Ciudad de Orihuela, convocado por el Ayuntamiento de Orihuela y la editorial Kalandraka.

Hoy en día, Pedro compagina su labor literaria con encuentros en centros docentes y  actividades de promoción de la lectura. De sus obras, los lectores y la crítica han coincidido en destacar el humor, la originalidad y la capacidad para hallar y recrear el lado fantástico de la vida cotidiana.

 
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BIOGRAFÍA INSENSATA

Nací una soleada noche de octubre de 1981. Un día, cuando apenas tenía un año y solo sabía llorar y comer papillas, mi hermana Irene comenzó a llorar desconsoladamente y anunció a nuestros padres: “¡No habla! ¡Este niño va a ser mudo!”. Se ve que me dio tanta pena el disgusto de mi hermana que enseguida empecé a hablar, primero por la boca y luego por los codos. Pronto me dio también por hablar por los lápices. Quiero decir que me dio por escribir. Al principio solo escribía con dibujos, pero más tarde me dio también por las letras.

Entre letra y letra intentaba decidir si de mayor sería jardinero, taxista o pintor. No sospechaba que acabaría siendo precisamente lo que ya era: un niño. Un niño escritor. Y un escritor para niños.

También me gustaba leer. Leía mucho, muchísimo, sobre todo a la hora de la merienda. Por eso alguno de mis libros favoritos, aunque me avergüence confesarlo, lucen un elegante estampado de manchas de chocolate.

Los años siguientes los pasé estudiando y creciendo. Poco antes de llegar a los dos metros decidí parar y hacerme médico, pero me arrepentí y decidí hacerme periodista. Volví a arrepentirme y decidí hacerme actor. Me arrepentí por tercera vez para hacerme filólogo.

Para los que no lo sepan, diré que el término “filólogo” resulta de juntar dos antiguas palabras griegas: filos, que significa “amistad”, y logos, que significa “palabra”. O sea, que el filólogo es el amigo de las palabras.

Voy conociéndolas poco a poco. Las revuelvo, las ordeno. Las arrugo y las despliego. Las lavo, las pongo a secar. Y cada vez resultan en una historia distinta, en un poema diferente, en una mentira más gorda que la anterior. Más gorda, pero (espero)… también más divertida.

 
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